lunes, 5 de agosto de 2013

El apego



AgendaparamaEditorial
 
Foto: www.nosotros2.com


Un amor tapiz entre la madre y su criatura


   

Desde ese instante en que salió y puso en funcionamiento sus pulmones, y al ser colocado sobre tu pecho todavía húmedo de aquello que fue su mar, a cada momento tú y ese ser humano nuevo que es a la vez tú, van a ir tejiendo entre ambos, experiencia tras experiencia, un hermosa pieza que cuenta las crónicas de un amor.

Se trata de una de las más sagradas relaciones con otro ser humano que puedan existir desde que existimos, quizás la más sagrada. Para el niño en su desarrollo lo es; para la madre desde el día en que empezó la de su pequeño y hasta el final de la suya propia, también. 

Y es a su vez la columna vertebral de muchos aspectos de su salud emocional. Porque en los tres primeros años de vida el cerebro desarrollará el 90% de las dimensiones que alcanzará este órgano en su adultez, y allí serán colocados, en sus respectos lugares del mapa conocido aquellas estructuras que serán responsables de sus emociones, es decir, que se ensamblará la maquinaria emocional, así igual con su conducta y su manera de relacionarse. Y esto será una especie de imprimación, una plantilla y un programa para el resto de su existencia. 

Y es en ese primer y primigenio gran amor la relación humana más importante del niño en su infancia el que va a modelar esa manera de relacionarse, ese comportamiento, esa percepción de su mundo. Es decir, que en ese apego comienza su existencia como ente. 

Y es por esto que es necesario que este sea saludable. Porque es con este andamiaje que el pequeño se desplazará por la vida. Tiene que estar bien construido. 

Cuando hablamos de apego, a lo que nos referimos es a ese estrecho vínculo afectivo que se forma entre el niño y su madre (en la mayoría de los casos, si no, al cuidador primario que le toque). Se trata de una relación emocional perdurable con una persona en específico. Es un vínculo que produce seguridad, sosiego, consuelo, agrado y placer. Y la pérdida, la amenaza o la idea de que puede terminar producirá una inmensa ansiedad.

Y es de experiencia en experiencia que se forma este vínculo. Tan solo con tomar al pequeño en las manos, mecerlo, cantarle, alimentarlo, mirarlo con amor, abrazarlo, besarlo, acariciarlo, irle informando el amor que le profesas según el lenguaje que vaya aprendiendo, día a día verás formarse así un telar que jamás desmerecerá. Ah, y papá no está fuera de la ecuación.





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