jueves, 1 de agosto de 2013

Bienestar y Desarrollo: Disciplina





Elizabeth Santiago Berríos
elizabeths@casiano.com

La firmeza no está en la mano

El buen comportamiento es un proceso de aprendizaje con el cual tu retoño necesitará que lo ayudes. Las herramientas más útiles para ello son la firmeza y la constancia.

El comportamiento de los niños, como el de todos los humanos, tiene la intención de lograr satisfacer una necesidad. La labor de los padres y encargados es ayudar a que lo logren de una forma apropiada. Los niños no llegan al mundo con el propósito de portarse mal. La mayor parte del tiempo no están siquiera desobedeciendo, tan solo actuando como es normal que lo hagan: siendo curiosos y explorando su entorno y los límites espaciales, temporales y afectivos. Castigarlos por tratar de satisfacer sus necesidades no detendrá el que las tengan. El castigo, ya sea físico o sicológico, es tan solo una técnica o método de disciplina que va dirigido a detener un comportamiento que no es aceptable y evitar que se repita. La disciplina positiva, en cambio, se enfoca en convertir un comportamiento impulsivo o arbitrario en uno controlado y con propósito.

Los pequeños 
La disciplina se comienza a imponer desde muy temprano, pero los primeros años consistirán mayormente en reprobar con un “no” firme una acción indebida, como agarrar un objeto que podría ser peligroso o darle a otro niño. Norine G. Johnson, pasada presidenta de la Asociación Estadounidense de Psicología (APA, por sus siglas en inglés), recomienda “la diversión, la estructura, los límites y no prestarles atención” como distintas técnicas de disciplina para los pequeñines. Por esta razón, si le retiras el objeto, debes dirigir su atención a otra parte o divertirlo con otro objeto que sea seguro o con un juguete, por ejemplo. Evita a toda costa amenazarlo, castigarlo e incluso enojarte. Sobre todo, no debes castigarlo físicamente.

Otra técnica, anterior a la distracción, es la prevención: de antemano, aleja al niño de una situación que no pueda manejar o aleja la situación del niño. Si el niño no debe acercarse al perro porque alguno de los dos podría resultar lastimado, en lugar de estar constantemente llamando la atención al niño, tal vez sea mejor llevar al perro a otro lugar.

A partir de los 3 años 
Numerosos profesionales del desarrollo infantil han concluido que la clave de la disciplina está en reducir el mal comportamiento con abundante refuerzo positivo del buen comportamiento. Ya a esta edad los niños pueden comunicarse de formas más complejas y, de otra parte, las travesuras son más frecuentes. Por ello, debes explicarle exactamente el comportamiento que esperas de él o, en su lugar, el que no será tolerado. En esta etapa debes establecer reglas y límites firmes y razonables, y brindar incentivos para el buen comportamiento, así como compensarlo adecuadamente. Si el refuerzo positivo no funciona, entonces puedes recurrir a un castigo moderado que sea efectivo.

Un castigo efectivo…
- se limita a un incidente en que se rompió una regla y le sigue inmediatamente a ese incidente,
- se hace de forma calmada,
- no incluye que se le retire o disminuya el amor ni el afecto al niño,
- no es una reivindicación del poder, el coraje o la frustración de los padres,
- incluye alguna forma temporal de pérdida de privilegio o tiempo “en suspenso”,
- no inflige dolor emocional ni físico,
- es breve (esta brevedad varía según la edad).

Asimismo, debes recordar que, cuando “se porta mal”, se trata de un mal comportamiento y no de algo negativo inherente a su personalidad. Es esencial para que puedas diferenciar entre decirle “lo que hiciste no estuvo bien”, que critica la conducta y es constructivo, y “eres un niño malo”, que critica al niño y es destructivo.

Expectativas y consecuencias
Para los niños mayores de 5 o 6 años, según la madurez, Johnson recomienda fijar las expectativas con respecto a su comportamiento y detallar las consecuencias de no cumplirlas o las recompensas de sí hacerlo. Cuando el niño sea más grande y discutas con él cuáles son las consecuencias de no hacer lo debido, puedes incluirlo en la conversación y preguntar qué castigo él cree correcto. Es curioso que muchos niños pueden articular un castigo adecuado o razonable, pero esta apertura a su contribución tiene el beneficio añadido de que, además de promover el diálogo, le hace más difícil al niño no cumplir con lo que se espera de él, pues él mismo contribuyó a establecer las consecuencias de sus acciones.

También, debes dar la oportunidad al niño de decirte la verdad cuando lo ves haciendo algo que no debe, como agarrar un objeto que no le pertenece. Pregúntale si hizo eso que viste. Si dice la verdad, reconoce esa decisión de hacerlo y considera aliviar un poco el castigo. Hazle saber que el castigo puede ser más severo si miente. Por supuesto, explícale por qué el comportamiento estuvo incorrecto.

De la misma forma, aunque parezca una redundancia, sé consecuente con las consecuencias que le has expresado, y no permitas que la lástima cambie tu decisión. De lo contrario, esas expectativas que has establecido pierden valor y el proceso de disciplina se quiebra.

El castigo físico 
Las estadísticas indican que la mayoría de los padres inflige algún tipo de castigo físico a sus hijos o cree en hacerlo. Sin embargo, abundan los estudios que señalan que el castigo físico a los niños se relaciona con tristeza y baja autoestima, y promueve la violencia intrafamiliar. Es, además, un endoso de la agresión o la violencia; lleva el mensaje incorrecto de que una persona más grande o mayor tiene poder sobre una más pequeña o débil; y podría promover la insensibilidad ante el dolor ajeno. Aparte de no haber evidencia alguna de su efectividad, es una contradicción regañar a un niño por pegar y luego pegarle tú.

De otra parte, cuando se realiza con coraje, resulta en un golpe más fuerte y, a su vez, lleva a que el padre subestime la fuerza empleada, lo que hace más probable que se incurra en abuso y dificulta que se le pueda explicar al niño exactamente por qué se le está castigando. En lugar de tener como resultado niños que se comportan mejor, se ha demostrado que el castigo físico fomenta una actitud rebelde, hostil y resentida de parte de ellos hacia sus padres o encargados.

Según el doctor Alan E. Kazdin, también expresidente de la APA, los niños que son golpeados frecuentemente, y más si se hace con fuerza, reflejan pobre desempeño académico, problemas emocionales y trastornos sicológicos e incluso físicos. Lo mejor es evitarlo del todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario